Educación al 50%
Author: Jordi Martí
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Estamos quitando el derecho a la educación a la inmensa mayoría de alumnado de nuestro país. Ir a clase días alternos implica, por si alguien va justo de matemáticas, que la educación que van a recibir es solo el 50% de la que les tocaría y que, por tanto, su aprendizaje solo va a ser, con suerte, la mitad del que deberían tener. Y no, aunque algunos estén despotricando contra los profesionales que dan clase, la culpa no es suya porque el docente trabaja lo mismo que trabajaba antes y tiene las mismas horas de clase con alumnado.
La mediatización de la situación es muy perversa porque, al final, la culpa mediáticamente está recayendo contra los profesionales y no contra los que han hecho imposible la atención presencial del alumnado. Es que si uno hace toda su jornada laboral, en este caso bajo una situación muy complicada, no se le puede exigir que la doble atendiendo al alumnado que, por esa semipresencialidad, está en casa. La atención al alumnado que no va a clase presencialmente no existe. No existe porque no hay horas de profesional para atenderlos. Así que, con suerte, algunos a lo largo de la clase presencial que tiene el alumnado les mandan actividades. Eso sí, mandar actividades y dedicarse, a lo largo de las horas lectivas a explicar qué deberán hacer los alumnos cuando estén en su casa significa no dar clase en esas horas de presencialidad. Como veis todo es muy perverso. Algo tan perverso que, al final uno no entiende que, en lugar de exigir donde toca, los padres y los medios estén poniendo el foco en los docentes. Los docentes, en este caso, no tienen ninguna culpa. Yendo más lejos y extrapolándolo a otras casuísticas que se han dado en los últimos años, lo de culpabilizar en bloque a un colectivo es algo muy poco realista.
Lo de la educación al 50% no es real porque, al final, ni tan solo es educación. Hay derechos fundamentales de los que se ven privados el alumnado. Hay docentes que, intentando duplicar sus horas lectivas por “vocación mal entendida” o autopresiones insanas, van a acabar totalmente agotados en muy pocos días. La situación es totalmente dañina para la educación. Más aún cuando habría habido soluciones menos lesivas para el alumnado. Incluso la educación totalmente online en algunos cursos hubiera sido mejor que lo que se está ofreciendo actualmente porque, como mínimo tendrían docentes para darles clase. Exigiendo, claro está, a esos docentes que hagan algo más de lo que hicieron algunos de ellos en el primer confinamiento. Que, como ya sabemos, en todos los colectivos hay gente que aprovecha para escaquearse (no es exclusivo de la profesión docente y el porcentaje de escaqueos es similar, aunque interese multiplicarlo en determinados medios hasta el infinito, al de otras profesiones).
Dar clase cada día a la mitad de alumnos mientras la otra mitad están en casa no es educación. Es una chapuza que, sinceramente, lo único que va a hacer es aumentar la brecha educativa entre ellos. Algunos van a tener la suerte de tener padres que podrán, dentro de sus limitaciones, complementar ese aprendizaje que no están recibiendo. Otros muchos, al final, van a quedar retrasados en un aprendizaje que tiene mucho que ver con sus expectativas futuras.
Esta solución que, en muchos centros han implementado, es un auténtico bluf. Eso sí, no es un motivo para que los docentes hagan huelga porque, al final, a ellos no les afecta laboralmente (aunque sientan la presión de aumentar sus horas de trabajo). A quienes realmente afecta es al alumnado. No es un tema profesional. Es un tema de muchas familias que deberían estar exigiendo más aulas, más docentes y la atención educativa que se merecen sus hijos porque, ya que nos llenamos tanto la boca de Constitución, en su artículo 27 dice textualmente que “todos tienen derecho a la educación”. Y ahí no hay manipulación ni tergiversación posible para decir en voz alta que, lo que se está haciendo en muchos centros educativos es anticonstitucional.
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