Tips para detectar a un vendehumos educativo
Author: Jordi Martí
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No hay nada más fácil que, siguiendo unos simples consejos, poder detectar a los vendehumos educativos que, dentro de buenos profesionales, se nos pueden haber colado como “expertos” educativos. Es realmente sencillo poder saber quién nos vende humo en dosis más o menos exageradas ya que, por suerte, todos tienen el mismo patrón de conducta tanto en las redes como en sus blogs. Sí, el vendehumos educativos es imprescindible que tenga presencia digital porque, hoy en día, uno no es un buen vendehumos sin haber hecho el salto a la red.
Pero vayamos a lo que nos interesa. A cómo detectar, mediante una simple observación de su timeline de Twitter, publicaciones en Instragram o Facebook o, analizando por encima su blog. Y no, no hace falta ir más allá de lo anterior porque la digitalización de su discurso ha permitido que, toda investigación profunda sobre el personaje, sea totalmente prescindible. Bueno, añado entrevistas concedidas en los medios al pack porque, al final, también tienen su intríngulis promocional.
Lo primero que observaremos en el vendehumo educativo es su capacidad innata de no entrar en discusiones con nadie que opine diferente de él. Ni posicionamientos absolutos acerca de ninguna medida educativa que tome el gobierno o que pretenda tomar la oposición si alguna vez llega a gobernar y, cómo no, en caso de posicionarse a favor o en contra de algo lo hace de forma tan neutra que vale para decir una cosa y la contraria. Eso sí, si el vendehumos ya tiene un poco de tablas, se espera a posicionarse en el momento en que ve de qué lado sopla el viento. Muy relacionado con esta falta de posicionamiento es su borrado de las críticas que puede recibir en su blog o en su perfil de Facebook no sea que alguien tenga la mala suerte de llamarle por su nombre en esos lugares. Comentarios siempre favorables que aparecen, además curiosamente en algunos casos con la sensación de haber sido escritos por él mismo por tener un modo de redactado similar, que le permiten obviar ningún tipo de diálogo más el típico gracias por comentar, da gusto sentirse arropado así o, el típico retintín de humildad diciendo que intenta mejorar en todo momento.
También podremos detectarlo fácilmente por su capacidad de publicitar determinadas marcas o productos que, a pesar de estar alejados de su perfil profesional, nos vende como maravillosos. Le veremos en su blog y en las redes defendiendo productos y empresas que, curiosamente, son las mismas que le contratan para que dé charlas, escriba libros para ellos o, simplemente, le patrocinen sus artículos. Nunca una sola palabra negativa acerca de esas empresas que pretenden adueñarse del mercado educativo y cuya máxima es el beneficio. Nunca cuestionar que, a pesar de poder hacer cosas útiles, las empresas tecnológicas o de venta de servicios educativos, tienen a veces conductas poco éticas.
Los libros. Sí, no puede haber vendehumos sin publicar asiduamente libros acerca de consejos y recomendaciones para ser un buen docente. Un par de libros por año le permiten seguir vendiendo cuatro prácticas que le funcionaban medianamente bien cuando estaba en el aula y, siempre vendiéndolas obviando lo que salió mal. Escribir libros sobre temas educativos hace que el caché como vendehumos suba y, curiosamente, el vender esos panfletos hace que su aura de “experto” se expanda hasta el infinito. Y ya si los libros son totalmente neutros y sólo hablan de cosas maravillosas, el personaje queda muy bien taxonomizado.
¿Frases? Las frases también hacen mucho. Cuando veamos a alguien citar frases de terceros de esas, para algunos, motivadoras y mencionar a otros vendehumos para dotar de credibilidad a sus argumentaciones también tendríamos que empezar a sospechar. Más aún si mezcla la cita de vendehumos con frases de personajes históricos sacadas de Google y, curiosamente, en algunos casos mal atribuidas a su autor.
¿Más cuestiones para detectarlo por si con las anteriores no hay suficiente? Podríamos detectarlo también por su capacidad de sentirse superior por haber abandonado el aula (ojo, hay gente que no está en el aula que sí que saben de educación -no, no me incluyo-), su necesidad de defender un determinado dispositivo tecnológico -de una determinada marca y/o modelo- a ultranza y, cómo no, achacar las culpas de que su método educativo no funciona a la mala traslación que han hecho los docentes del mismo al aula. Nunca tiene pudor en vender una cosa y al poco tiempo otra y, mucho más importante que lo anterior, siempre va a ser capaz de hacerse autobombo más o menos encubierto (no olvidemos que un exceso de autobombo huele demasiado) acerca de lo maravilloso que es y lo mucho que tiene que aportar -algo que también vende como ayudar- al resto de docentes porque, tengámoslo claro, un vendehumos educativo siempre va a estar por encima del bien y del mal.
Y no, no pongo nombres en este artículo porque, en un contexto tan global que nos permite internet, sólo hace falta dar un vistazo a Twitter, Instagram, Facebook y leer algunos blogs para tener claros los mismos. Sí, el vendehumos educativo existe y está en franca expansión.
Antes de la pandemia, podían tener su sentido ciertos vendehumos para compensar el cariño “ideometodológico” que algunos docentes necesitaban. Ahora, en un contexto muy complicado (no solo en los centros educativos), que haya personas que vivan de vender humo educativo es algo que, al menos a mí me causa, incluso que esté en una época de pasotismo absoluto con el tema por estar muchísimo menos pendiente de las redes sociales (su principal hábitat) de lo que estaba, bastante rechazo.
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