Cómo pueden, y deben, las instituciones guiar al profesorado que innova.
Author: Angel Fidalgo
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El profesorado más inquieto e inconformista comenzó a realizar innovación educativa sin ayudas, sin recibir formación, de forma individual y, en más ocasiones de las deseadas, superando trabas que ponían sus centros formativos.
Con el tiempo los centros comenzaron a no poner trabas y en la actualidad son mayoría los que promueven entre su profesorado la realización de prácticas de innovación educativa.
Los instrumentos más utilizados para promover la innovación son las convocatorias de ayudas. En sus primeros pasos se aceptaban proyectos que realmente no suponían ninguna innovación, eran más bien de renovación. Su principal objetivo era conseguir que el profesorado se animara a dar el paso; es decir, a crear masa crítica entre el profesorado.
Los centros que ya llevan varias convocatorias desean promover la excelencia en la innovación educativa, apoyando buenas prácticas. El gran problema es que cada centro considera la innovación de una forma, lo hace sin tener objetivos estratégicos de centro, con distintos indicadores y, en muchos casos, sin conocer en qué consiste una buena práctica.
Cada centro puede tener unos objetivos estratégicos distintos, pero no deben re-interpretar la innovación de forma particular. Este aspecto es importante y crítico, muy crítico. Trataré de explicarlo.
En el contexto educativo hay tres agentes importantes: el profesorado, la institución (puede ser un centro o una universidad) y el gobierno (por ejemplo, Ministerio de Educación).
La innovación educativa se ha ido implantando de abajo a arriba y el papel de agente ha sido:
- El profesorado es el que la comenzó y la extendió.
- La institución ha dejado de poner trabas y la apoya.
- El gobierno nunca ha estado en esto y tampoco se le espera.
¿están planteando de forma correcta la innovación educativa el profesorado y la institución? La respuesta es NO si lo que se desea es cambiar el método educativo.
El profesorado lo aplica a su contexto, es decir, con su alumnado y en su asignatura. Así pues, es lógico que surjan innovaciones muy distintas, personalizadas y sin diseño para que puedan aplicarse fuera de la asignatura donde se ha desarrollado.De esta forma es muy difícil que se produzca un impacto transformador del modelo educativo.
Así pues, las instituciones educativas deben tener una estrategia educativa (parece obvio, pero no todas las instituciones la tienen), formar a su profesorado en el desarrollo de buenas prácticas de innovación educativa y apoyar los proyectos que:
- Sus innovaciones se puedan aplicar en otras asignaturas (por ejemplo la innovación en una asignatura de física que se pueda aplicar en una de literatura)
- Sean sostenibles. Es decir que no necesiten (para los próximos cursos ningún tipo de financiación extra).
- Sean eficientes. Es decir, que sepan separar el desarrollo de la innovación con la aplicación de la misma. La aplicación de la innovación nunca debe suponer más trabajo para el profesorado y alumnado que antes de introducir la innovación, en caso contrario estarían trabajando más, no innovando.
- Demuestren que saben lo que van a hacer. Hay muchos proyectos que indican que van a hacer de todo, de todo lo que suene a innovación.
- Sepan qué quieren mejorar, los indicadores que utilizarán para identificar la mejora y la forma en que se comprobará la mejora.
Si todo esto no se hace, es posible que se potencien innovaciones que no lo son, que el profesorado haga un gran esfuerzo sin conseguir resultados, o que los pocos recursos de la institución se malgasten.
Es la institución a la que le corresponde dar otro paso hacia adelante, no basta con apoyar. Hay que dirigir las acciones de innovación potenciando las buenas prácticas. No estaría de más que hubiese una visión común entre las unidades institucionales que apoyan la innovación. Si se hace, se conseguirá que haya impacto tanto en la institución como en el modelo educativo.