Cómo saber si una experiencia de innovación educativa será una buena práctica antes de realizarla
Author: Angel Fidalgo
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Los indicadores que definen una buena práctica de innovación educativa son: eficacia, eficiencia, sostenibilidad y transferibilidad. Se puede entender perfectamente qué es cada indicador con una sencilla metáfora: “la innovación de una lavadora que lava más blanco que las demás”
Eficacia. Es el nivel de blancura que consigue. Este debe ser más blanco que cualquier otro que se consiga con las lavadoras existentes.
Eficiencia. El nivel de blancura es superior, pero ¿a qué coste? Si para conseguir ese nivel de blancura hay que hacer 4 prelavados, tarda 2 horas más, consume 3 veces más de energía y hace el doble de ruido que cualquier otra lavadora entonces la innovación no será eficiente.
Sostenibilidad. Si la empresa que fabrica lavadoras no incorpora esa innovación a sus nuevos proyectos, entonces habrá hecho una innovación no sostenible.
Transferibilidad. Si la innovación supone un avance eficaz, eficiente y sostenible las empresas competidoras incorporarán rápidamente la innovación para tener posibilidades de seguir siendo competitivas para el sector. Si la innovación no es asumida por la competencia es que no es transferible y probablemente no necesaria a nivel sectorial.
El problema de todos estos indicadores es que para conocerlos tenemos que esperar al final de la innovación, cumpliéndose una de las máximas de la innovación industrial “las buenas innovaciones son las que triunfan en el mercado”
Sin embargo, es posible intuir si una innovación va a ser una buena práctica siguiendo las siguientes recomendaciones:
Eficacia. La innovación educativa debe permitir identificar sus indicadores de mejora (por ejemplo, lavar más blanco) e indicar una estimación justificada de cómo mejoraran dichos indicadores cuando se aplique la innovación.
Eficiencia. Consiste en realizar dos estimaciones del esfuerzo sobre la innovación. Una estimación se basa en el incremento de horas que supondrá diseñar la innovación para el profesorado, junto con su aplicación. Otra estimación es el esfuerzo que le llevará aplicar esa misma innovación el siguiente curso. Si esta última estimación de esfuerzo es menor y es asumible, entonces será eficiente.
Sostenibilidad. Se puede estimar de forma similar a la eficiencia, pero en lugar de calcular el esfuerzo se puede calcular el coste de, por ejemplo, el uso de tecnologías y recursos humanos. Si continuar con la aplicación de la innovación, una vez desarrollada, implica disponer de personal de apoyo, pagar una licencia de software o disponer de un servicio de mantenimiento, lo más probable es que no sea sostenible.
Transferibilidad. Se consigue categorizando los elementos de una innovación en: tipos de contenidos, actividades, tecnologías y metodologías. Cuantos más tipos de elementos puedan usarse en otras asignaturas, la innovación será más trasferible.
Para diseñar una propuesta de innovación educativa con muchas posibilidades de ser una buena práctica, utilizamos el método MAIN. Uno de los objetivos de este método es que la innovación educativa permita obtener mejoras en el aula, que tenga posibilidades de ser una buena práctica y, además, sea publicable en contextos científicos.