Talibanes en el ámbito educativo
Author: Jordi Martí
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Ahora que ya hemos superado el paripé de la Nochebuena y del día de Navidad, creo que ya se puede escribir, pasando del lenguaje políticamente correcto o, simplemente, de cualquier connotación de disimular opiniones para quedar bien con el cuñado de la última gamba que, por desgracia, tienen en algunas familias (por suerte no en la mía). Un cuñado del que se han librado algunos y que, por “suerte”, otros han seguido teniéndolo en la mesa porque, al igual que los políticos que gestionan la pandemia, se han pasado las restricciones por el forro. A ver, que no van a ser los únicos los políticos que culpabilizan, día sí y al otro también al ciudadano, los que van a poder hacer lo que les salga de su entrepierna. En democracia, aunque parezca que las leyes solo afectan a pobres y ciudadanos de a pie, por suerte hay posibilidad de excusarte diciendo que eres el político de ese piso en caso que entren los GEO a controlar el número de asistentes. Además, siendo sinceros, ¿alguien se cree que un policía, si tiene dos dedos de frente, va a entrar en casa de nadie a apuntar en una lista a los asesinos en serie para algunos? Yo confío en ellos, al igual que en los profesionales de cualquier otro trabajo.
Hoy me apetece hablar de talibanismo educativo. Usando el concepto, dentro de una de las acepciones de la RAE. La de “fanático intransigente”. Y, en el ámbito educativo, estamos plagados de ellos. De gente con falta de sentido común, negacionistas de datos objetivos y que, curiosamente, son incapaces de tener, en ocasiones, ideología propia más allá de lo que les diga el gurú de turno. Hay zafios en todas las profesiones y la educativa no es una excepción.
Hace nada se ha aprobado la LOMLOE que, curiosamente, casi nadie de los que habla de ella en las redes sociales o escribe en los medios se ha leído. Yo me torturo leyendo ciertas cosas y dice lo que dice. Es, simplemente, una vuelta a la LOE, en la que no hay supresión ni de la asignatura de Religión ni de los conciertos educativos. Ni tan solo habla del currículum más allá de lanzar algunas frases coehlianas en el redactado acerca de algo competencial redactado por incompetentes en el redactado. Es magnífico publicar un Ley educativa sin presupuestos y sin ninguna concreción. Lo divertido es ver a unos saliendo con lacitos naranja, sin haberse leído ni una coma de lo que dicen y atendiendo a la voz de sus amos. La religión pro concertada o pro pública, con camisetas y lazos de colores, es algo digno de estudio. Más aún cuando, al final, nadie va a ser capaz de reconocer los datos objetivos ni a ponerlos encima de la mesa. Y eso que el Ministerio de Educación (no pongo y FP, porque el nombre del Ministerio cambia cada poco) los publica cada año. Supongo que les gusta a algunos la Ley que no se han leído porque la han publicado “los suyos”. Lo grave es que, cuando “los otros” lleguen al gobierno y pongan su pezuña en una nueva ley (que lo harán, porque lo de las leyes educativas en este país es un cachondeo), los que ahora critican aplaudirán y los que ahora aplauden criticarán. Eso sí, tampoco se la leerán.
Quiero hablar también de las metodologías y herramientas milagro, con sus adeptos y detractores. Fanáticos de uno u otro signo a los que no les puedes hacer bajar de sus opiniones. Entiendo que algunos jamás puedan ver las pegas de “su” metodología, al igual que no verán la de “su” herramienta. Bueno, también hay otros que jamás entenderán que pueda haber herramientas que puedan mejorar el aprendizaje del alumnado y que puedan haber, porque es lógico que existan, metodologías que, en forma mix, puedan ser usadas en el aula puntualmente o complementariamente a cualquier otra. La cerrazón entre innovadores y no innovadores está a la orden del día. Lo bueno es que, con datos, puedes reírte de unos y otros. Además se enfadan cuando les tocas sus planteamientos. Y, lo curioso, es que las sectas educativas no dejan que te muevas porque, si lo haces, no sales en la foto con tus amigos del despropósito.
Dejadme hacer un inciso acerca de un tema que, en los últimos días ha tocado de lleno en mi Comunidad. El tema del software libre y los convenios firmados con determinadas multinacionales. Alabanzas y críticas al asunto sin que nadie se haya leído el convenio y, lo que es más grave, talibanismo, especialmente en el caso de algunos Bin Laden del mismo, que son incapaces de saber quiénes son los que han invertido en sus productos “tan libres”. Sí, os recomiendo que busquéis en la lista de inversores y encontraréis, curiosamente, a Google y Microsoft, con determinadas submarcas (o directamente) entre los mismos. Y sed sinceros… salvo cuatro frikis, nadie usa determinadas cosas. Ojalá fuera diferente pero no lo es. Y esto no se arregla haciendo de talibanes. Bueno, dentro de esos talibanes hay algunos que sacan dinero certificando que una aplicación es más o menos ética. A ver, el negocio se debe priorizar para algunos pero, por favor, no seamos hipócritas. Y os lo dice alguien que usa en su día a día productos de todo tipo, además de ser un gran defensor del mejor producto (a nivel técnico y de usabilidad) que ofrezca una mayor protección de la privacidad del alumnado. Ni tan solo algunos son capaces de hacer números. Joder, que libre no significa gratis. Ni que sea un buen producto. Google tiene productos de mierda y hay distribuciones Linux que son una mierda. ¿Tan difícil es de entender? Por cierto, también hay herramientas libres que son un auténtico coladero de datos. No reconocerlo y ver solo una parte de la tostada, hace que en ocasiones te quedes sin ver la mantequilla.
Hay mucho que no es blanco ni negro en educación. Hay Universidades públicas pésimas y privadas buenas. Hay docentes en la pública buenos, malos y regulares (ídem en centros privados). Hay políticos que la gestionan malos, regulares y algunos que intentan hacerlo lo mejor posible. Hay de todo en educación y, por eso, lo de ser talibán es algo que no tiene cabida. Bueno, salvo que algunos consideren la educación como una religión porque, al final ya sabemos que, las religiones tienen mucho de doctrina única y grandes represalias (¡a ver si te quedas sin cielo!) si te osas mover de la línea que marca el patriarca de turno.
Yo solo pido al 2021, aparte de que volvamos a la vieja normalidad, que seamos capaces de ser menos talibanes y nos cuestionemos más las cosas. Incluso nuestros propios planteamientos. Yo, al menos en mi caso, lo intento hacer cada día que pasa. Y eso me genera mucho desasosiego porque, al final lo cómodo sería tener un planteamiento educativo (extrapolable a lo ideológico) sin fisuras 🙁
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