November 8, 2024

Xavier Martínez Celorrio: “La mercantilización educativa asienta el individualismo posesivo”

Author: Tiching
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Entrevistamos a Xavier Martínez Celorrio, profesor de sociología de la educación e investigador del CRIT en la Universitat de Barcelona, que nos aporta una visión crítica de la educación. ¡No te la pierdas!¿Estamos viviendo una mercantilización de la educación en los últimos años?
Depende si hablamos a escala global o nacional y de las políticas educativas concretas. La educación siempre ha sido tanto un bien público como un bien de consumo y cada país ha determinado en qué consiste la educación gratuita y pública. En Finlandia, gobiernen derecha o izquierda, la educación mayoritariamente es pública y está desmercantilizada, asumiendo todos sus costes. Su enfoque universalista del derecho a la educación está muy lejos del que tenemos en España.

¿Qué situación tenemos aquí?
Aquí, estamos aún lejos de garantizar una educación plenamente gratuita de los 0 a los 25 años. Con la crisis y los gobiernos de derechas hemos ido a peor en una ola mercantilizadora con recortes educativos, la reforma de la LOMCE y el aumento de tasas universitarias. El peor ejemplo es la Comunidad de Madrid donde la cesión de suelo público a concertadas, las exenciones fiscales y el cierre de líneas y abandono de la pública, ha disparado la segregación escolar y la mercantilización. Es la receta neoliberal como opción y decisión ideológica. Por eso, es reversible desde políticas que apuesten por la educación pública y el deber constitucional de protegerla.  

¿Cuál es la consecuencia para la sociedad de este proceso? ¿Y a nivel individual?
En Gran Bretaña, una investigación demostró que las jóvenes generaciones educadas en el modelo neoliberal y competitivo son menos proclives al gasto público, más individualistas y más renuentes a politizarse. Toda mercantilización educativa asienta y legitima el individualismo posesivo y por tanto genera segregación y pérdida de las virtudes cívicas y comunitarias, diluye la reivindicación de equidad.

Paralelamente, también está creciendo en la sociedad la necesidad de hacer las cosas de otra manera: aumentan las iniciativas de trueque, de consumo compartido (piso, transporte, compras colectivas, espacios de coworking, etc.). Este cambio de paradigma, ¿qué influencia tiene o puede tener en el ámbito educativo?
Sí claro. El mercado no es la única forma de satisfacer las necesidades básicas. Además las redes digitales permiten una mayor conexión y vínculos de reciprocidad aunque algunos hagan negocio de ello como Facebook. La reciprocidad, la economía circular y las redes colaborativas sólo funcionan si hay personas detrás educadas en esos valores y virtudes. Por tanto, la escuela es clave para socializar en esa nueva horizontalidad mutua y, a su vez, como organización está aprovechando esas oportunidades de trabajar en red y de colaboración entre equipos docentes. Todo lo contrario de la receta neoliberal que fuerza al aislamiento, anula el trabajo en red y exacerba el auto-interés de competir entre escuelas por quedar bien en los rankings.

¿Por qué cree que a pesar de estos cambios que la sociedad busca, el sistema educativo se mantiene inmovilista?
El sistema educativo no es del todo inmovilista. Está generando dinámicas de cambio e innovación aunque muy dispersas. En Cataluña, la ola de cambio educativo desde abajo, desde los propios centros es muy significativa, más que en otras partes. El problema han sido los siete años perdidos con la derecha en el gobierno y una LOMCE innecesaria y retrógrada.  

Cada vez más vemos cómo se imponen más mecanismos de evaluación, reválidas y rankings para conocer y controlar los progresos del alumnado. ¿Cómo valora este tipo de estrategias?
Hay que diferenciar y no mezclar los términos. La evaluación del sistema a través de pruebas diagnósticas sirve para mejorar y corregir el funcionamiento del sistema y de los centros pero sin hacer públicos esos resultados. Otra cosa son las reválidas eliminatorias que cierran el paso a niveles superiores cuyos resultados se hacen públicos en rankings para clasificar a los centros. Ésta es la opción neoliberal que reduce la enseñanza a estándares y a una productividad estresante y reduccionista que estrangula la equidad y el desarrollo integral de los alumnos y sus talentos.

Las evaluaciones han sido muy criticadas por promover la competitividad y el individualismo. ¿Está de acuerdo?
Claro que sí. Pero no las evaluaciones-diagnóstico que tienen una orientación de mejora continua y que sirven a la política pública a acompañar el cambio educativo y la elevación de resultados y a compartir y transferir las buenas experiencias. En cambio, la publicidad de rankings de escuelas es nefasta por la selectividad adversa que produce. ¿Quién querría llevar a sus hijos o ser destinado a las peores escuelas identificadas en los rankings? La equidad consiste en garantizar que todas las escuelas sean igual de buenas y con la misma calidad y buen profesorado que las demás.

¿Cuál sería la mejor manera de conocer los progresos de los alumnos y las alumnas?
Con un concepto de evaluación distinto al que aún tenemos que es escolástico. La evaluación no es el juicio al alumno, no debe servir para clasificarlo ni para situarlo en un abstracto nivel del 4,8 en referencia a una media ideal que siempre es subjetiva. La evaluación ha de ser parte del aprendizaje y ha de servir para mantener vivo el gusto por aprender y progresar de niños y adolescentes. Ello implica poder aprender del error y aprender conocimientos y también formas de aplicarlos a la resolución de problemas y proyectos. Ese cambio pedagógico hacia una evaluación más competencial y cualitativa es la que se está haciendo en Cataluña.

¿La escuela actual, educa para vivir o forma para trabajar? ¿Son objetivos antagónicos?
Eso es un lugar común y poco reflexionado. La escuela es un espacio de aprendizaje y de socialización donde se aprende para convivir en el presente y en el futuro adquiriendo conocimientos, actitudes y madurez progresiva que va moldeando nuestra capacidad de decidir a qué aspiramos o a qué nos queremos dedicar. Y claro que nos enseña a trabajar, adquiriendo procedimientos y rutinas de trabajo intelectual, de trabajo individual y en grupo, así como pautas como la puntualidad, el respeto a la autoridad, trabajar por demostrar rendimiento o dejarse evaluar por terceros.

Hay quién dice que no tendría sentido que la escuela educara en cooperar cuando “el mundo real” es pura competición, ¿qué opina de esto?
¿Quién dice esto? Un darwinista que olvida que la evolución de la especie humana no fue posible sin la cooperación, la ayuda mutua y la protección que daba el grupo gregario. Ésa fue la fortaleza de adaptación al medio para desarrollar inteligencia colectiva y progresar como especie. No la fuerza física de uno o de otro: los leones o los tigres tenían más que los humanos. Lo que me preocupa es que esa forma de pensar tan superficial y sin fundamento esconde una determinada ideología que pretende ser la única y verdadera. El mundo real es, más bien, un contrato social que se reescribe, se dialoga y se va acordando. Eso es cooperar. Si hay familias y proyectos educativos que educan para pisar a los demás y triunfar a toda costa, sólo están educando a tiburones financieros y personas sin moral que son, justamente, los que han generado la crisis.

¿Existen ya propuestas concretas para trabajar la importancia de lo común y de lo colectivo, en el aula?
Cualquier escuela como espacio socializador ya trabaja en lo común y lo colectivo desde el propio currículum oculto y además desde el currículum formal. Coincido con el sociólogo Fernández-Enguita cuando dice que en la escuela aprendemos el “desdoblamiento” a convivir con la paradoja de dos esferas: se nos educa como individuos a desarrollar nuestra libertad, a competir y destacar, en suma las reglas culturales del capitalismo, pero a la vez se nos educa a compartir, a cooperar y las virtudes cívicas propias de una democracia. La clave, en todo caso, es la capacidad de la escuela para desarrollar el pensamiento crítico que permita participar activamente en la sociedad y sus debates sin dejarse engatusar o manipular.

Las nuevas tecnologías permiten introducir metodologías en el aula que favorecen el aprendizaje colectivo, el intercambio de experiencias, etc. ¿Cree que son una buena herramienta de cambio?
Las tecnologías digitales son parte indisociable ya de nuestra vida. Claro que son una buena herramienta pero no creo en ningún determinismo, la escuela debe enseñar a usar críticamente las TIC y hacer una lectura crítica de sus pros y contras. Por sí solas no producen el cambio educativo. Es más, pueden hacer aún más rígida la enseñanza tradicional basada en estándares y tests. La clave siempre son los modelos y paradigmas de cambio que manejen los equipos docentes. Por sí solas, las TIC no implican una innovación a mejor.


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