Cosas que tengo medio claras después de unos años de profesión
Author: Jordi Martí
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Me acerco a mi cuarto sexenio. Esto significa que, al finalizar este curso, si no voy equivocado (que puedo estarlo porque, por desgracia ya hablar de memoria es lo que tiene) voy a hacer en breve mis veinticuatro años de profesión dedicada a la docencia (sea en el aula o, como estos últimos tres cursos, fuera de ella). No tengo claro si es mucho o es poco. Lo único que tengo, meridianamente claro, es que después de estos años ya puedo hablar de algunas cuestiones que llevo observando directamente (o conociendo por terceros ya que, los docentes, tenemos facilidad de intercambiar información y situaciones con otros miembros de nuestro colectivo). Y, además, con el agravante de poder hablar de ciertas cosas que suceden en la parte más gris de la educación. Bueno, en mi caso no muy gris porque, por suerte jamás he estado en ningún sitio que implique tomar decisiones políticas y solo me dedico, con mayor o menor fortuna, a proponer algunas cosas y a hacer lo que me dicen lo mejor que sé. Sí, ser profesional he descubierto que implica hacer lo que te piden de la mejor manera posible.
Tengo claro que hay docentes buenos, malos y, la mayoría, que hacen lo que pueden con lo que saben, los recursos de que disponen y la tipología de alumnado que tienen delante suyo. Relacionado con lo anterior reconozco que, por suerte, la inmensa mayoría de docentes no se dejan llevar por el espectáculo ni por las modas. Es por eso que, la disyuntiva entre innovador y tradicional es algo que solo tiene cabida en las redes sociales porque, al final, no hay nada mejor para algunos que jugar a qué soy, cómo me siento y qué guay es mi grupo. Pero, como ya os he dicho, esto no existe en los centros educativos.
Puedo afirmar también que el principal motivo para elegir un centro educativo por parte de las familias es la proximidad al domicilio. Salvo que, en determinados barrios haya centros gueto. Sí, los centros gueto existen. Y la totalidad de los mismos son de titularidad pública. Es lógico que haya padres que quieran que sus hijos huyan de determinados centros educativos. Puedo entenderlo. Lo que me preocupa es que no haya políticas que impidan que se cambie la planificación urbanística de determinadas ciudades. Los barrios marginales son un polvorín y, por desgracia impiden que casi ningún niño de los que nazca allí pueda romper el techo de cristal que tiene por haber nacido ahí. El fracaso escolar no existe, salvo en casos muy concretos. El fracaso educativo es un fracaso social. Y, sin actuar sobre la sociedad es imposible reducir esas tasas. Reducir el fracaso escolar no consiste en aprobar a todo el mundo ni regalar títulos.
La mayoría de docentes – no solo en Secundaria- no son/somos vocacionales. Hay docentes vocacionales, otros que disimulan serlo y, finalmente, una gran mayoría que han caído ahí por azares de la vida. Se trata de una situación laboral que, en su momento no era atractiva pero que ahora permite cobrar cada mes. Hace veinte años costaba encontrar ingenieros para dar Tecnología; ahora se pegan patadas muchos por abandonar la empresa privada o encontrar trabajo después de que les hayan echado. Solo hace falta ver la gran cantidad de opositores que se presentan en los últimos años. Ser docente -y especialmente con la condición de funcionario- en el año 2020 (sé que estamos a finales, pero podría alargarlo hasta que se recupere la economía) es algo muy deseado por gran parte de los ciudadanos de este país. Ser vocacional o no vocacional no tiene ninguna relación con ser buen o mal docente.
Por cierto, no os lo he dicho, pero hay docentes que trabajan y otros que dicen lo mucho que trabajan. Solo hace falta pasarse por una sala de profesores para ver quienes son los que más dicen que hacen o por las redes sociales y después preguntar en sus centros educativos. Cuando alguien escucha repetidamente a un docente lo trabajador que es y, curiosamente, siempre lo ve al lado de la máquina del café, es que algo falla. O trabaja para la compañía de la máquina o, quizás, es que no está tan clara su vertiente trabajadora. Lo mismo a nivel virtual. No siempre el que dice que hace más es el que más hace. A veces es más productivo y eficaz el quien dice poco y hace más que el que, por culpa de tanto decir, se queda sin poder hacer.
Añado que hay docentes que no se actualizan. No digo nada nuevo si afirmo que hay docentes que solo se forman para conseguir el certificado. Los que trabajamos en esto sabemos que los cursos de formación que se nos ofrecen son, en la mayoría de ocasiones, bastante deficitarios. Eso sí, a pesar de ello, hay docentes que procuran reciclarse de forma autónoma y otros que, lo máximo que van a hacer a lo largo de su vida profesional, es pasar a Word los apuntes que tenían en papel. A veces, incluso, son capaces de colgarlos en un Moodle. Si me permitís voy a recordar que actualizarse no es aprender a usar la última herramienta TIC o la metodología que más en boga esté en los medios de comunicación.
Relacionado con la formación del profesorado, falta una formación inicial en condiciones. El máster del profesorado es un timo en mayúsculas y en la mayoría de Facultades, ahora con el boom de la docencia (por el trabajo seguro) se ofrece un plan de formación muy alejado de las necesidades futuras del profesorado. Las Facultades de Magisterio tampoco forman del todo bien a su alumnado y, en demasiadas ocasiones, están apostando por reducir la carga del temario para convertirla en juegos. Hablando de lo anterior… el alumnado no quiere que le tomen el pelo y, el que quiere aprender no quiere que sus profesores hagan fuegos de artificio. Quieren docentes que sepan. Y que sepan mucho.
Un dato objetivo es que la mayoría de docentes usan libros de texto. Lo pueden usar como acompañamiento, en formato analógico o digital pero, en la mayoría de ocasiones los docentes usan, o bien libros de texto o materiales elaborados por ellos (refritos, en muchos casos, de cosas encontradas por internet). El concepto de curador de contenidos encubre la incapacidad de poder crear materiales de calidad. Si me permitís, voy a deciros que los docentes no deberían crear sus materiales educativos porque, al final todo ese tiempo que dedican a lo anterior, es tiempo que detraen de otras cosas ya que el tiempo es limitado. Va, sigo con el tema de los libros de texto… hay libros de texto de altísima calidad y otros que son muy malos.
Las redes sociales no permiten inferir la profesionalidad de ningún docente. Tener más seguidores, más retuits o más likes en determinadas publicaciones, lo único que demuestra es que tienes más seguidores, más retuits o más likes. Tampoco demuestra la profesionalidad de nadie los libros que venda uno sobre educación, el montón de entrevistas que conceda o haber sido nombrado sir por la reina de Inglaterra. Dentro del pack añado que quizás los gurús educativos (o aquellos que se han encumbrado como expertos) no tienen ningún valor real para el docente que se deja la piel en el aula. El coaching educativo es algo que debe hacerse dentro del propio centro y la persona que, al final hace que mejore o empeore el ambiente de un centro, es la persona que lo dirige. Un buen director es aquel que conoce a sus compañeros de Claustro, sabe ponerse en su piel, tiene capacidad para usar la mano derecha y la izquierda y, lo que es más importante dotes de convicción. Los docentes son/somos muy poco obedientes y siempre alegamos nuestra libertad de cátedra para hacer lo que nos da la gana en unas aulas en las que, por desgracia, salvo en pandemia no se abren las ventanas. Relacionado con lo anterior afirmo que la función inspectora no funciona. Y no es siempre por culpa de los inspectores ya que, al igual que en la docencia, hay inspectores buenos, regulares y malos.
El currículum está mal diseñado (se repiten los contenidos y no están bien hilvanados), los agrupamientos por edades son un error, el ir al instituto con 12 (con 11 los de final de año) no fue una buena decisión, el modelo de oposición y los temarios debe mejorarse, hay más leyes educativas que sentido común por parte del Ministerio de Educación, hay políticos que sí que creen en la educación (otros que no) y generalizar, tanto en educación como en cualquier otra profesión, es un error.
Creo también, para finalizar, que los docentes están mejor valorados de lo que nos creemos por parte de la sociedad. También estoy convencido de que ser docente no es ser un superhéroe y que creerse superior a los demás -como se creen algunos- es un error. Que ser docente no te hace más culto ni mejor persona. Que es una profesión muy feminizada en cuanto al colectivo, pero que sigue habiendo más porcentaje de hombres en cargos directivos y de gestión política que mujeres, por motivos que todos sabemos. Yo estoy convencido de que faltan docentes hombres en Infantil y mujeres en equipos directivos. Pero, como he dicho en más de una ocasión, también creo que, con independencia del sexo uno debe demostrar su valía.
Dedico este post a todos aquellos que, tanto en el aula como en la parte más gris de la administración, hacen lo que pueden en una situación tan complicada como la actual. Y de paso a toda la comunidad educativa porque, ¿qué sería de la educación sin alumnado y familias? Ya os respondo yo… ¡NADA!
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