Día 1: 4 p.m.
Author: Jordi Martí
Go to Source
Creo que esto de marcarme horas para escribir en el diario, hará que el mismo mantenga una cierta coherencia. Me la marco el primer día pero, ante mi carácter caótico, tengo claro que no va a durar. Las horas en punto siempre son interesantes pero, lo más interesante es lo que uno puede contar acerca de lo que ha ido sucediendo. Además, siempre está bien recordar, al cabo de un tiempo el tipo de vida que has llevado.
Al final, por la mañana no fue tan difícil encontrar el coche. Lo tenía aparcado justo detrás del parque y frente al centro de menores. Un centro de menores que, como siempre, está plagado de personas que parece que hayan nacido para protestar. Unos cuantos vecinos -o supuestamente vecinos porque, debo reconocer que jamás los he visto por el barrio- gritando a no se sabe quién para que cierren ese centro. Nada, lo de siempre. Después de tanto insistir en la televisión, relacionando la delincuencia de esos “menores no acompañados” con todo tipo de delitos y, más aún después de haberse producido dos violaciones y un asesinato, la marabunta que carece de medio dedo de frente, siempre sale.
Por cierto, he sido increpado. -A ver qué hace la policía con esta basura que han venido a robarnos, violar a nuestras mujeres e hijas -me espetan. No os lo he comentado pero me dedico a esto de la seguridad. Más bien a ser funcionario de los cuerpos y fuerzas de seguridad de un Estado, por lo visto, cada vez menos Estado que solo sustenta un tipo ungido por ser hijo de. Y sí, voy de uniforme. Hoy toca. Bueno, siempre toca. Con lo que me gustaría parecerme a Juan, uno de esos compañeros que van de incógnito, que puede permitirse el lujo de llevar pantalones destrozados y lucir tatuajes en todo su esplendor. Me encantaría poder enseñar ese que tengo, realizado en mi época de juventud, en una despedida de soltero en Ibiza. Pero ese asunto mejor dejarlo en el recuerdo. Una etapa en la que ni soñaba dedicarme a esto. Y ahora ya son casi treinta años de servicio.
He llegado a la comisaría. Está en el centro y, por desgracia, sin parking para nosotros. Solo tienen parkings los jefes. Esos que van de corbata. Un comisario cuyo único mérito para ascender ha sido el haberse casado con la hija de uno con muy buenas relaciones en el cuerpo. Ya, el tema de la promoción en nuestro cuerpo depende más de los contactos que uno tenga que de la capacidad de uno. Por eso, supongo que nunca he podido ascender. O, quizás, es que tener la lengua demasiado suelta me ha impedido hacerlo.
He saludado a todo el mundo. Hoy tareas de oficina en la atención al ciudadano. Denuncias de robos de carteras, estafas online e, incluso, la mujer que siempre se queja de que sus vecinos hacen ruido cuando, sabes después de alguna visita que han realizado tus compañeros, jamás ha tenido vecinos en el piso del que se queja. Falta mucha gente en este país para este tipo de personas. Los servicios sociales no llegan a todo ni a todos. Además, la crisis ha dejado muy tocadas determinadas plantillas de profesionales. Nuestra comisaría aún está pendiente de incorporar a seis compañeros.
Un par de paradas a lo largo de la mañana para cafés. Algunas para chascarrillos subidos de tono con los que me llevo mejor. Un piropo de esos lights, de persona divorciada, para esa compañera que tiene buen tipo y preguntas acerca de la familia. Lo típico.
Una jornada que hoy, por lo visto, se va a alargar más de la cuenta porque un par de inspectores dicen que quieren hablar conmigo. Que me vaya a comer algo y vuelva a hablar con ellos. Joder, con lo a gusto que me veía yo esta tarde sentado en el sofá viendo alguna serie de Netflix.
Mientras estoy comiendo en el bar de la esquina, donde a los policías nos tratan bastante bien (a nivel de precios) y siempre hay alguna chica, de esas nuevas y jóvenes que contratan sin papeles de un país del este, que te alegra la vista, pongo a rellenar estas líneas. Me lo estoy currando. Creo que voy a salir a un par de bics por semana. Quién sabe.
La entrada Día 1: 4 p.m. se publicó primero en XarxaTIC Reborn.